Aun cuando comenzamos este año sabiendo que es un año de transición,
de enormes cambios, donde toda
estructura interna debe ser rota para ser nuevamente reconstruida en los nuevos
tiempos, nos damos cuenta, a poco de
llegar a la mitad del año, que aquello
que intuíamos no es ni con mucho lo que nos ha tocado vivir a muchos de los que
escogimos estar en este camino de luz.
Muchas cosas salen a la luz día a día en el ámbito mundial
mostrándonos la crudeza de lo que la oscuridad tiene para ofrecer, vociferando día con día un consabido “no me
iré” o “no podrán nunca conmigo”. Cuando menos, los eventos con los que desayunamos, comemos y
cenamos así nos lo dejan ver y se vuelven la plática cotidiana de miles de
personas. Pero más allá de lo que vive
la humanidad en lo general y en lo particular es nuestra propia oscuridad la
que está saliendo a flote para mostrarnos aquello de nosotros que aún nos
domina, que no se quiere alejar porque tenemos tanto tiempo acomodados a ella
que nos cuesta trabajo, la mayoría de las veces, siquiera percibirla.
Y esta oscuridad surge, afortunadamente, para mostrarnos en
que andamos fallos todavía. Para algunos
de nosotros estos aprendizajes están versando en cuanto a separaciones o duelos
se trata, de aprender el desapego pero ahora sí en serio. Seres queridos que parten de este plano para
mostrarnos que nada de lo que supuestamente se interponía entre nosotros,
opiniones o formas de ser, vale la pena
porque al final lo que recibimos de ellos fueron grandes enseñanzas y muchos
momentos felices, además que si en algún momento tuvimos desacuerdos fueron
nuestros egos los que nos tendían la trampa por lo que ahora tenemos que estar
más atentos a que esa parte de nosotros no nos juegue una mala pasada.
Otros estamos viviendo también la separación de amigos, compañeros de trabajo o familiares que se van de nuestras vidas para seguir las suyas. Muchas de estas separaciones son voluntarias simplemente porque necesitamos el tiempo y el espacio para encontrarnos a nosotros mismos.
También es tiempo de vivir las despedidas de aquellos que
amamos y nos amaron incondicionalmente y que han formado parte de nuestra
familia durante muchos años dándonos su compañía y su cariño
desinteresadamente, nuestras pequeñas mascotas, acompañándolas con amor y
agradecimiento hasta que finalice su ciclo.
Muchas personas me han comentado que no tienen mascotas y no
porque no les gusten los animales, sino porque no quieren sufrir cuando llega
el momento de su partida, y yo a mi vez me pregunto, ¿qué, entonces, si tuvieran oportunidad tampoco
tendrían familia y amigos para no sufrir cuando llegue el momento en que dejen
sus vidas?
El sufrimiento de la separación forma parte del aprendizaje
en esta vida porque nos muestra que todo el tiempo todo cambia, que nada permanece
y que todo es cíclico, que es inútil
aferrarse a las cosas, a las personas, a las circunstancias porque no
permanecerán ahí indefinidamente. El cambio es algo que a muchos nos incomoda y
puede llegar a darnos miedo, pero lo más
hermoso que nos muestra es el gozo que podemos encontrar en disfrutar de
aquello que está en nuestras vidas, mientras está en nuestras vidas.
En amor, Shaktrin